El estúdio psicoanalítico de los dibujos infantiles ha enriquecido la comprensión de esta actividad creadora. Las conclusiones a las que han llegado aquellos que se dedicaron a este estúdio se encuentran en historiales clínicos, pero son muy pocos los trabajos psicoanalíticos dedicados exclusivamente a este tema.
Lo que intento es transmitir mi experiencia y la de
algunos colegas para dar normas básicas para la interpretación.
Desde ya que no existe un catálogo de
símbolos para la interpretación de los dibujos, como tampoco existe de los
sueños ni de los juegos, pero sí podemos detectar determinados elementos que
han sido estudiados a través de muchos casos y pueden ser verdaderas “claves”
para la interpretación del dibujo.
Me atrevo a decir que es necesario aprender a
leer un dibujo
y que esta lectura llega a ser apasionante
siempre que sea minuciosa, prudente y no
sólo
simbólica.
Durante la entrevista inicial y también
durante las sesiones psicoanalíticas, un niño después de los tres años suele
dibujar. También dibuja en la casa si se le ofrecen los materiales adecuados.
La interpretación del dibujo en cada una
de estas situaciones será diferente, como lo es el contexto en el que se ha
producido.
Durante el tratamiento, el dibujo puede ser
la respuesta a una interpretación, el comienzo de un diálogo, la reproducción
de un hecho real acontecido poco antes de la hora analítica. Durante la
entrevista diagnóstica, ya es la resultante de un vínculo establecido con el
terapeuta y surgido de la compresión de que dibuja para ser ayudado. En cambio,
en su casa tiene el valor de una creación elaborativa de alguna situación que
en ese momento le interesa o lo compromete emocionalmente. La interpretación
será valedera sólo teniendo en cuenta estas tres circunstancias.
Aprende a leer los dibujos infantiles
exige un largo aprendizaje. Pero este aprendizaje debe estar lejos de nuestra
conciencia cuando vamos a interpretar un dibujo. Si no lo logramos corremos el
riesgo de “encontrar” sólo lo que buscamos y no lo que realmente ha manifestado
creativamente el dibujante.
Interpretar exige una permanente
ejercitación del olvido de lo que se ha aprendido sobre el dibujo y sobre el
paciente, y es sólo así que la interpretación se hace creativa y se transforma
en una fuente de investigación.
Por eso todo cuando expondré sobre mi
experiencia busca ser aprendido y olvidado.
Por otra parte el niño nos enseña a
olvidar lo convencionalmente aprendido.
Si comparamos el dibujo que ha creado en
su casa, solo, jugando con el papel y el lápiz, con el dibujo que realiza
durante la sesión analítica o durante una primera entrevista diagnóstica,
podemos llegar a pensar que se trata de dos sujetos y no de uno solo. Ese
cotejo es muy enriquecedor. Es aconsejable, cuando se realiza la entrevista
diagnóstica, los dibujos que ha creado en los últimos meses anteriores a la
consulta¹. Este puede ser un excelente punto de partida para comprender por
que, como y cuando ha enfermado o se ha manifestado su conflicto.
Durante la entrevista diagnóstica su
dibujo puede variar en los casos de estar solo o acompañado por un familiar.
Otra variante importante para el diagnóstico es comparar lo que dibuja
libremente con lo que crea cuando le damos un tema en especial; por ejemplo, el
dibujar un hombre o una mujer, un niño o una niña.
En algunas oportunidades el niño que está
en tratamiento psicoanalítico trata de dibujar lo que ha realizado antes en la
casa, y por lo general interpretamos esto como una señal de que algo está
aconteciendo en la vida real o de fantasía y que se nos ha escapado en la
sesión previa².
1. En todos
los casos aconsejo a los padres que pidan autorización al niño para enviarme
los dibujos.
2. Esto es
similar a lo que acontece en el análisis de adultos cuando el paciente, al
Salir de sesión, toma conciencia de que algo ha transmitido al analista era
importante y no ha sido interpretado, y lo retoma en la siguiente sesión.
Una experiencia comparable a ésta es la
que se producía cuando realizaba grupos terapéuticos con madres y padres (1).
Algunos niños me mandaban dibujos para que yo los estudiase y en todos los
casos eran un mensaje de algo que la madre o el padre no habían traído la
sesión de grupo, por ejemplo, castigos corporales, embarazos, abortos,
etcétera.
Cuando un niño dibuja nunca copia; siempre
inventa y crea. Expresa mediante los dibujos situaciones presentes o pasadas
cuya influencia está actuando en ese momento. Un niño de dos años y medio que
había sufrido una fuerte quemadura elogió como tema de su dibujo expresar qué
intensidad tenía este accidente.
En otro caso el dibujo mostró “la historia
del accidente”. A veces los problemas creados en la situación analítica actual
o una situación de urgencia vivida en la casa, por ejemplo la percepción de un
peligro de aborto, son el tema del dibujo durante una o varias sesiones.
En niño dibuja el pasado y el presente en
un lenguaje no verbal, y tenemos que acostumbrarnos a aceptar que lenguaje
verbal y no verbal son sólo dos formas de comunicación que tienen un código que
debemos aprender a descifrar.
A veces el niño no puede expresarse con
palabras y lo hace con dibujos, o la inversa.
El dibujo es una de las formas de la
actividad creadora del niño, se manifiesta por primera vez alrededor de los
tres años, se va perfeccionando a través de la infancia y decrece al llegar la
adolescencia.
Esta evolución se repite en la gran parte
de los niños que me ha sido posible observar a través del trabajo
psicoanalítico. Luego he confrontado mis observaciones con las de otros
psicoanalistas que tuvieran la misma experiencia y llevaron a plantearme el
porqué de esta evolución.
Al estudiar la actividad de juego (2)
mostré que podía hablarse de una psicología evolutiva surgida del análisis de
los juegos, y pienso que otro tanto podrá hacer5se con el dibujo.
Hasta donde ha llegado mi observación,
sólo puedo dar algunas edades “claves” en las que el dibujo aparece, se
modifica y desaparece. En el intermedio deben de existir muchas cadenas
evolutivas que aún no han sido estudiadas.
Desde el nacimiento, y a través del
desarrollo creciente de sus funciones (percepción, síntesis, juicio de
realidad, memoria, control de la motricidad, simbolización), el Yo informa
sobre el mundo que lo rodea y también sobre si mismo y sobre sus experiencias
con el cuerpo. Los mecanismos de defensa que actúan desde el primer momento
pueden perturbar estas funciones y por lo tanto deformar-se la imagen. Su causa
se detecta en los dibujos, y las deformaciones son un índice para comprender
qué tipo de defensa está utilizando el Yo.
El bebé percibe, recuerda, sintetiza,
tiene juicio de realidad, adquiere control de la motricidad, y más tarde,
alrededor de los 4 ó 5 meses, es capaz de formar símbolos y usarlos en su
actividad de juego, pero antes de la formación de símbolos surgen en su mente
imágenes, algunas reales y otras fantaseadas. Las primeras imágenes son
predominantemente visuales y será las que luego veremos resurgir el nos sueños y posteriormente en los
dibujos.
Lewin
(3) llama “pasado pictórico” a este pasado en imágenes visuales; sostiene que
en un período de la infancia gran parte de nuestro pensamiento e imaginación es
predominantemente visual, y este determina la cualidad sensorial de nuestros
recuerdos tempranos y fantasías.
Este pasado pictórico sucumbe a la
represión, para reaparecer a veces en los sueños o en los dibujos. Otros
canales de información que van surgiendo con el desarrollo hacen que la
capacidad de forjar estas imágenes visuales decline en la adultez; sin embargo,
aun en personas que no tienen una memoria visual, y, según Lewin, las imágenes
visuales recordadas durante la terapia son “estaciones” en el camino entre las
palabras y el pensamiento verbal.
Durante el tratamiento, a consecuencia de
la elaboración del paciente o del uso de la interpretación, la imagen
desaparece y surge la palabra. Me parece interesante recordar aquí una
experiencia vivida por Freud y relatada en Psicopatología
de la vida cotidiana. Recordaba con total claridad el fragmento de un
cuadro y que la imagen era “ultra-clara”. En cambio, no podía recordar el
nombre del pintor. Cuando después de un largo autoanálisis lo recordó, la
imagen desapareció. El pintor era Lucas Signorelli (4).
En la infancia, la imagen visual va
cediendo paso a la palabra y el adulto tiene una muy débil capacidad de
despertar la imaginación visual y tiene en cambio una tendencia al pensamiento
sin imagen.
Durante ese pasado pictórico, antes de que
el niño aprenda a jugar y a hablar, el pensamiento y el sentimiento se
transforman en imágenes, predominantemente visuales.
Melanie Klein (5), al estudiar la
formación de símbolos, señalo la relación entre la posición depresiva y esta
actividad creadora.
Al estudiar la universalidad de la
actividad gráfica sostuve que la angustia de pérdida es la que impulsa al niño
a dibujar. La imagen es fugitiva. El la recrea y le da permanencia mediante el
dibujo (2).
En la segunda mitad del primer año, un
bebé ya goza trazando garabatos sobre una hoja de papel. En ese período fluctúa
entre la actividad descripta y el destrozar lo que ha hecho. Esta fluctuación
se explica porque en él están actuando dos fuerzas que se interfieren y
fluctúan vertiginosamente a esa edad, y que son la necesidad de destruir y la
necesidad de destruir y la necesidad de reparar.
Cuando ve aparecer una línea sobre una
hoja blanca se entusiasma y garabatea con afán. No sabemos aún si estos
garabatos tienen para él algún significado, pero todo hace pensar que sí lo
tienen. Todo lo que el niño produce con su cuerpo y en su cuerpo es creación.
Acontece con esos primeros intentos
gráficos lo mismo que sucedió con el primer ladeo anterior a la palabra
articulada.
Hoy sabemos que cuando un bebé de cuatro
meses emite esos sonidos les da una intensidad, una entonación y una expresión
que varían de acuerdo con la persona hacia la cual están dirigidos; esta
realidad nos hace suponer que para él significan un esbozo de comunicación
verbal.
Algo similar debe acontecer con los
primeros garabatos que el niño realiza cuando se le ofrece un material
adecuado, puesto que cuando es algo más grande y pude hablar describe esos
garabatos dándoles nombres.
Para él serán la madre o el padre, o un
auto, o ellos mismos, aunque para el observador sea simplemente una línea, a
veces realizada con una gran torpeza.
En el período en el que aparecen estas
actividades la mente del niño está ocupada por la fantasía de tener un hijo,
bebé que podrá para él tener la forma de las heces, la orina, un sonido, un
garabato. Son su creación y son sus hijos fantaseados (2).
Durante ese período dos nuevas defensas
ayudan a su Yo a realizar esta actividad creadora. Estas son la disminución del
sadismo y la capacidad de reparar (6).
Cuando el niño crea y dibuja una línea,
ésta es para él una creación. Repara dentro y fuera los objetos que ha
destruido en su fantasía o que ha mordido y destrozado en la realidad.
El dibujo es una de las más eficaces y
transcendentes frentes de reparación y creación de las que dispone el niño.
Ayudarlo a crear es ayudarlo a reparar.
Mientras los sonidos se van y los juegos
terminan sin dejar rastro, los dibujos, en cambio, tienen permanencia.
Esta posibilidad de crear y hacer
permanente algo fuera de sí mismo disminuye su ansiedad tanto depresiva como
paranóide.
La primera infancia, y en especial el
período de la vida comprendido entre los 6 y 18 meses, son, junto con la
adolescencia, los momentos más creativos.
Cuando Lewin habla de un “tráfico de ida y
vuelta entre lo visual y lo verbal” pensamos que describe muy bien lo que se observa
en el desarrollo y también en las sesiones psicoanalíticas de niños cuando
comienzan un pensamiento expresándolo en lenguaje verbal y lo terminan mediante
dibujos o juegos, y lo mismo a la inversa cuando inician la comunicación con un
lenguaje no verbal y lo terminan conversando.
En adolescentes y a veces en adultos se da
(aunque con poca frecuencia) este mismo fenómeno.
En el niño la imaginación visual está
alimentada por las imágenes de los cuentos que, de acuerdo con la edad,
evolucionan desde un libro con imágenes acompañadas de una o dos palabras hasta
un texto escrito ilustrado con imágenes³.
El niño normal necesita dibujar y lo hace
con relativa facilidad. Sus producciones pueden ilustrar la frase de Leonardo
Da Vinci (7) cuando dice: “El dibujo es
la inteligencia de la mano”. Los dibujos infantiles a veces asombran por la
claridad de la percepción que revelan y por la inteligencia de los trazos, aun
en niños muy pequeños.
Para que la imagen que dibuja corresponda
a lo que su fantasía quiere expresar, es necesario que se haya producido un
desarrollo neurológico y psicológico que podríamos comparar con el que
aconteció para que se hiciese posible la actividad de juego (8), porque la
capacidad que adquieren los niños para expresarse en lenguaje gráfico es
gradual.
Desde ya que necesitan disponer de una
suficiente habilidad motriz para sostener y manejar el lápiz, y de una
creciente capacidad de control de la motricidad para que sus dibujos
3. La
televisión y el cine ofrecen al niño pequeño imágenes incoherentes, confusas,
incomprensibles, que deterioran con frecuencia su capacidad creadora a su edad.
respondan
progresivamente a la forma real de los objetos que dibujan. Esto se nota muy
claramente cuando comienzan a colorear los dibujos y se angustian cuando no
consiguen limitar el color a la forma que han elegido.
A los 3 años el niño ya dispone de
capacidad simbólica, ha estructurado la imagen de su cuerpo, que se ha ido
desarrollando desde el nacimiento, y sus dibujos son un reflejo de lo que es su
esquema corporal y sus relaciones con el mundo externo.
El dibujo y el desarrollo mental
El dibujo fue utilizado al principio como
teste para medir la capacidad mental del niño, pero durante el trabajo psicoanalítico
nos encontramos en muchos casos con el enigma de que el dibujo no reflejaba el
nivel de desarrollo evidenciando por el juego o por otras actividades. Este es
así porque estaba deformado por omisiones, errores, agregados, desproporciones,
que obedecen a conflictos inconscientes del paciente.
Su dibujo, muchas veces rudimentario,
fragmentado, deformado, no era útil para entender su nivel de inteligencia,
pero sí para evaluar lo que estaba aconteciendo en él.
Aunque esta dificultad existe y a veces es
seria, podemos, sin embargo, esperar que surja del estudio del dibujo una
psicología evolutiva como la que ha surgido del estudio de los juegos.
Conflictos actuales o pasados,
enfermedades mentales u orgánicas deforman el dibujo.
En algunas enfermedades, las cardiopatías
congénitas por ejemplo, podemos hablar ya de un dibujo “tipo” que se repite en
todos los casos, como podemos hacerlo también con el dibujo de los epilépticos,
de los asmáticos, de los niños con trastornos respiratorios, los que tienen
dificultades para el aprendizaje, los que sienten incapacidad para comunicarse
con el mundo externo, los que se plantean enigmas sobre su origen y son
realmente adoptados o nacidos por inseminación. Pero en muchas otras áreas el
estudio de los dibujos está absolutamente inexplorado. Podemos esbozar una
cronología evolutiva del dibujo.
La primera actividad gráfica es el
garabato y aparece en la segunda mitad del primer año, manifestándose hasta los
dos años con muy pocas variaciones.
Cuando más pequeños es más frecuente la
utilización de la recta que la de la curva, y luego aparece la confusión o
mezcla de ambas. Cuando el niño comienza a hablar da un nombre a esos
garabatos.
Alrededor de los 24 a 30 meses es
capaz de hacer un círculo que representa la cabeza, a lo que agrega líneas
(síntesis del cuerpo y las extremidades). Este monigote, primera representación
del esquema corporal, recibirá la designación de nene, papá, mamá, aunque para
nada estos dibujos muestren la diferencia de sexos. Para el niño son sólo un
cuerpo.
Nada permite suponer que antes no hubiesen
deseado representarlo, pero su desarrollo psicomotriz no era suficiente para
que pudieran realizarlo.
La satisfacción del niño que realiza este
monigote es similar a la del bebé que pronuncia la primera palabra que el mundo
adulto le comprende. Cuando comienza a hablar repite monótonamente esas
primeras palabras, y lo mismo hace cuando realiza sus primeros dibujos de
monigotes.
Con una velocidad inimitable, y con una
gran nerviosidad, un niño de 3 años es capaz de llenar 10, 15 ó 20 hojas con
garabatos. El cuerpo es el objeto de sus primeros dibujos como lo fue de sus
primeros juegos.
La representación del cuerpo como primera
actividad gráfica parece ser universal. Niños paquistaníes, indios, chinos,
franceses, italianos, argentinos, lo demuestran (9).
Aunque la disposición inicial sea
universalmente ésta, el ambiente social y cultural influye tanto con el
aprendizaje como con la calidad e intensidad de la estimulación.
El niño que va a un jardín de infantes a
los 2 años “aprende” a dibujar, pero los dibujos libres que realiza en este habitat son muy distintos de los que
realiza en su casa o en la sala de juego de un terapeuta.
El
niño sin aprendizaje descubre con más placer y tiene más posibilidad de
elaborar conflictos a través de dibujos. Los mecanismos que explican este
fenómeno son similares a los que han sido estudiados en la actividad de juego.
El dibujo es también una actividad elaborativa de situaciones externas e
internas que surgen tanto de acontecimientos circunstanciales como de aquéllos
inherentes al crecimiento mismo.
Su cuerpo, las modificaciones que va
sufriendo, las funciones que va adquiriendo, el trato que recibe por parte del
mundo adulto, van despertando representaciones, intereses, curiosidades y
enigmas.
Cuando por primera vez dibuja el redondel
del cual hemos hablado podríamos pensar que busca reproducir la forma de un
objeto, de un plato, por ejemplo, del sol o de la luna, pero cuando lo
interrogamos sobre lo que significa responde que se trata de un cuerpo.
El cuerpo y la casa en los dibujos infantiles
Reproducir su propio cuerpo, el de los
padres, y luego tratar de dibujar casas, es la cronología del dibujo en todo
desarrollo normal. Como la casa es un símbolo del esquema corporal, se
comprende que sea el primer objeto inanimado que aparece en los dibujos. Más
tarde aparece el intento de dibujar otros objetos inanimados y también animales.
Los dibujos varían de acuerdo con el
desarrollo individual de cada niño. Podríamos decir que son ellos un sello de
todo cuando le ha acontecido.
Si los castigos corporales son frecuentes,
e incluso brutales, el niño los revelará haciendo figuras con el brazo agresor
en forma de látigo zigzagueante. Castigos corporales frecuentes no tan brutales
se ilustran con los brazos en posición de defensa, posición a la que he
denominado “brazos en cruz”. Este dibujo tiene para mí el valor de una radiografía
del trato corporal que recibe el niño en el medio familiar.
La intensidad hace que el niño desaparezca
del trazo, dibujando sólo al agresor, mientras que él surge cuando se siente
capaz de defenderse, y se muestra entonces en actitud de detener el golpe.
Cuando el niño dibuja el cuerpo propio o
el de los padres, lo hace como si lo mirara en un espejo. Por eso, al
interpretarlos, el lado derecho del observador tiene que ser tomado como el
derecho del dibujo.
Es importante estudiar la distribución del
dibujo en la hoja, porque nos indica la importancia relativa del tema. El mundo
externo suele estar representado por el borde derecho de la página, y la
búsqueda de conexión con el mundo, por dibujos que empiezan del lado izquierdo
y van hacia el derecho. Inversamente, la vuelta hacia el pasado, la
introspección, el autismo y las dificultades para conectarse con el mundo hacen
ubicar el dibujo hacia la izquierda. Niños fóbicos muy atemorizados por el
mundo externo suelen dibujar imágenes muy pequeñas en el borde e izquierdo de
la hoja. Podríamos decir que la hoja de papel es un micro mundo en el cual se
proyectan las imágenes mentales del niño.
Al dibujar la figura humana, el énfasis
suele estar puesto sobre una parte del cuerpo4,
y el tamaño relativo de las partes nos descubre cuál es el interés predominante
del niño. Es frecuente que los adolescentes, cuando comienzan los cambios
corporales, dibujen fundamentalmente la cabeza, eludiendo el cuerpo, centro de
sus conflictos. En niños con ausencias puede aparecer sólo el rostro, y la
cabeza es dibujada como si se hubiera rebanado la parte superior del continente
óseo.
Niños que han sido sometidos a operaciones
serias con anestesia total reproducen el trauma operatorio dibujando un rostro
sin ojos, nariz, boca y orejas, y muestran así la desaparición de la percepción
durante el sueño profundo.
Cuando dibujan los órganos de los sentidos
y uno está atrofiado y el otro agrandado con un carácter compensatorio, esto
nos orienta a pensar en la carencia sensorial del lado atrofiado.
En cuando al dibujo del cuerpo, sufre
diversas deformaciones; pueden reducirlo a una línea de la que surgen otras
representando las extremidades. Este dibujo, que nos recuerda al monigote
(cuando se inicia la actividad gráfica), es normal en un niño de 2 ó 3 años, y
es índice de neurosis grave en uno mayor de 5 años. Revela el grado de
inhibición para aceptar la diferenciación sexual.
Cuerpos totalmente vacíos revelan una
intensa angustia de castración femenina que puede deberse a distintas causas y
es frecuente en los enuréticos. Rellenar el cuerpo totalmente con un afán
obsesivo de que no quede ningún espacio vacío revela un esfuerzo defensivo del
Yo contra esa misma angustia de castracion.
4. Confrontar los hallazgos sobre desarrollo del
esquema del cuerpo, en especial: Schilder, Paul: Imagen y apariencia del cuerpo humano, Buenos Aires, Paidós, 1958
(10); Hammer, Emanuel: Tests proyectivos
gráficos, Buenos Aires, Paidós, 1969; R. Kellog y Scott O’Dell: The Psychology of Children’s Art, Nueva
York, CRM, Radom House Publication, 1967; Boutonier, Juliette: Lês Dessins des Enfants (10).
Es frecuente que niños entre 6 y 12 años
utilicen el cabello para mostrar la diferencia de sexos al mismo tiempo que la
niegan en el cuerpo.
En cualquier edad, la angustia que llega
al espanto se revela en los pelos parados, a los que he denominado “los pelos
del terror”.
Los niños epilépticos expresan
“disritmias” dibujando el cuerpo con desproporciones entre los brazos y las
piernas, tanto en longitud como en grosor 5.
Los niños con ansiedad paranoide muy
acentuada dibujan cabezas muy grandes en relación con el cuerpo, y ojos siempre
abiertos, enormes y con expresión de expectativa.
Cuando un niño dibuja un cuerpo, el propio
o el de sus padres, suele deformar algunas partes, olvidar otras, reforzarlas o
duplicarlas. Puede establecer desproporciones muy llamativas entre las
distintas partes del cuerpo. Todo esto es interpretable porque es la expresión,
a través del dibujo, de su esquema corporal en ese momento. La casa, como
símbolo del cuerpo, está sujeta también a deformaciones.
El estudio sistemático de los dibujos infantiles
me ha mostrado que el techo simboliza la cabeza, y el resto de la casa el
cuerpo y sus extremidades.
En el comienzo de la vida el vientre
materno fue su primera casa; del mismo modo, será luego el recipiente de sus
propias sustancias 6.
Analizando niños aprendí que los bebés, y
especialmente los hermanos, suelen ser representados por animales 7.
También aclaré el significado de los
árboles en los dibujos infantiles, que representan no sólo la diferencia de
sexos, sino también la procreación y la esterilidad 8.
He observado que cuando el niño acepta la
diferenciación de sexos dibuja de un lado un árbol asaetado y, del otro, uno de
copa redondeada. Cuando no acepta la diferencia, ambos árboles tienen la misma
forma o no tienen copa.
Las preocupaciones por el embarazo son
expresadas con árboles repletos de sus propios frutos. En cambio las dudas
sobre su propio origen hicieron que un niño adoptado dibujase un pino colmado
de naranjas y comentara al mismo tiempo: “Sé que los pinos no tienen naranjas;
éstas son prestadas”. En el polo opuesto a éste, un niño con varios hermanos y
cuya madre estaba embarazada dibujó árboles cargados de manzanas.
La forma de la casa, sus distorsiones, la
falta de partes o su mal emplazamiento revelan muchos de los disturbios del
niño con su esquema corporal y con el espacio. La configuración espacial en el
dibujo es uno de los principales medios de descubrir estos disturbios.
Por ejemplo, cuando la puerta está situada
en un lugar correcto y sus dimensiones son proporcionales a las de los otros
elementos y, además, tiene una manija que muestra la posibilidad de abrirla y
cerrarla, podemos presumir que el niño tiene una buena comunicación con el
mundo externo.
Entre los 3 y 4 años el niño normal es
capaz de representar su cuerpo o el de los padres con todos sus elementos y un
equilibrio notable entre sus partes. A los 5 años puede hacer lo mismo con una
casa. A partir de esta edad, la ausencia de puerta, un mal emplazamiento que le
impida cumplir sus funciones (por ejemplo, cuando no está a nivel del suelo o
es demasiado pequeña), muestran una posible dificultad en la relación del niño
con el mundo externo.
Toda desproporción, distorsión y falta de
funcionalidad en sus elementos revela disturbios.
Muchas ventanas pequeñas situadas en lo
alto, cerca del techo, simbolizan las dificultades respiratorias y la
multiplicidad de inspiraciones y espiraciones necesarias, y son típicas de los
dibujos de niños asmáticos 9.
Lo mismo ocurre cuando el cuerpo humano
aparece sin cuello y los brazos emergen del punto de unión del tronco con la
cabeza; así se pone en evidencia la sofocación.
Cada repetición, falta de partes,
desplazamiento o desproporción tiene un significado, y nosotros estamos
capacitados para interpretarlo en el diagnostico. Del mismo modo las
5. Estos
mismo niños, cuando construyen casas con el “Constructor
infantil”, hacen desniveles em los palos. Cf. Aberastury, A.: El juego de construir casas.
Su
interpretación y valor diagnóstico (11).
6.
Aberastury, A.: Ob. Cit., pág. 36.
7.
Aberastury, A.: “Cómo repercute en los niños la conducta de los padres con sus
animales preferidos”, Buenos Aires, Revista
de Psicoanálisis, VIII, 3, 1951, págs. 398-401 (12).
8. Melanie
Klein (13) fue la primera en describir las características de un dibujo típico
del período de latencia: una casa con un árbol de cada lado, demostrando la
forma de éstos la aceptación o la negación de la diferencia entre los sexos.
Otros analistas han utilizado del dibujo durante el tratamiento analítico; por
ejemplo. S. Morgenstern (14), pero no han efectuado un análisis sistemático de
sus significados universales.
9.
Aberastury, A.: Ibidem y en El juego de
construir casas. Su interpretación y valor diagnóstico. Edición citada
(11).
distorsiones
de partes del cuerpo expresan un daño físico o psíquico 10.
Toda situación traumática puede influir en
la deformación de los dibujos, aunque dos niños que dibujan una casa sin
puertas o ventanas no siempre lo hacen como resultado de la misma experiencia.
En muchos casos la falta de puerta describe la posición frente al mundo
externo: el niño está cerrado frente a él, pero también he encontrado ausencia
de puertas en dibujos de niños que estaban obligados a guardar un secreto de
familia. En esos casos el techo está reforzado, lo que representa el esfuerzo
que debe realizar el niño para mantener dentro de si algo que tiene la
compulsión de decir, por lo mismo que le está prohibido.
Una puerta correctamente dibujada pero
emplazada por encima del nivel del suelo se encuentra en niños cuya
comunicación con el mundo externo es sólo aparente. Sus padres los describen
como locuaces, expansivos, de fácil comunicación hasta con un extraño. Cuando
se analizan, se ve que este lenguaje es prestado del adulto y constituye una barrera,
no una comunicación. En otros niños, la imposibilidad de comunicarse, cuando su
fundamento es un incremento de la ansiedad paranoide, se refleja en el dibujo
como una puerta cerrada y rodeada por un cerco. A diferencia de esto, las niñas
púberes, cuando dibujan una casa, la hacen también con un cerco, pero le
agregan flores y dicen que es un jardín. Niños con encopresis o enuresis dejan
el lugar para la puerta pero no la dibujan, lo que es diferente a las casas sin
puertas ni ventanas que dibuja un niño autista.
Por eso, la forma exterior de una casa o
la distorsión de los elementos no bastan por sí solas para una interpretación
correcta. Un dibujo, como un juego, se realiza en un contexto determinado y en
una configuración espacial que permite comprender su significado. Por eso es
imprescindible saber dónde empieza y termina el dibujo.
Otro hecho que debemos observar es la
relación de la puerta con el sendero que conduce a ella. Muchos niños olvidan
dibujar el sendero; generalmente con fóbicos, con miedo al mundo externo.
Los introvertidos, en cambio, dibujan un
sendero que se aleja de la puerta y vuelve a ella, de modo que toma la forma de
dos semicírculos que representan la ambivalencia entre sus necesidades y sus
temores de salir al mundo.
Cuando la necesidad de exploración es
acompañada por una fuerte represión, el sendero suele estar interrumpido por un
cerco, y muchos de estos niños comienzan por dibujar el cerco.
De ahí la importancia que tiene observar
el orden en que el niño lleva a cabo su dibujo, todo lo que le añade una vez
terminado y los comentarios y acciones con que lo acompaña al realizarlo.
La angustia, la tristeza, las enfermedades
orgánicas (las cardiopatías congénitas, por ejemplo), los impedimentos o
defectos físicos, la aceptación del crecimiento o el deseo de permanecer niño,
la propia condición infantil, la posición, misión o rol del niño dentro del
grupo familiar, todo esto es expresado a través de los dibujos.
Podemos hablar del valor de los dibujos
como relatos 11
expresados en un lenguaje no verbal. El dibujo es una forma de comunicación
característica del niño, cuyo código debemos descifrar.
10. Homburger
(15) describió hace algunos años una casa-jaula construida por un niño que en
primer año de vida había sufrido una grave enfermedad de la piel. La
experiencia de haber sido atado para evitar que se rascase distorsionó su
esquema corporal, distorsión que surgió años más tarde en la casa-jaula.
11. “Hay, en
primer lugar, una variedad prodigiosa de géneros, ellos mismos distribuidos
entre sustancias diferentes, como si toda materia le fuera buena al hombre para
confiarle sus relatos: el relato puede ser soportado por el lenguaje
articulado, oral o escrito; por la imagen, fija o móvil; por el gesto, y por la
combinación ordenada de todas estas sustancias”. (Barthes, Roland: Análisis estructural del relato. Buenos
Aires, Tiempo Conteporáneo, pág 9). (16).
ARMINDA ABERASTURY,
Copérnico 2360, 6º, “A”
Buenos Aires – República Argentina
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Buenos Aires, Paidós, 1971, 2ª edición.
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En especial The Importance of Symbol
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Londres, The Hogarth Press, 1930, y Some
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Londres, The Hogarth Press.
6. Klein, M.:
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