jueves, 12 de noviembre de 2015

Sabina Spielrein, pionera del psicoanálisis - Fernando Pardal

 En el año 1904 por primera vez se realizó un tratamiento psicoanalítico fuera de la ciudad de Viena y sin la supervisión directa de Sigmund Freud, el fundador del aun joven psicoanálisis. El médico que aplicaría el tratamiento era Carl Gustav Jung, discípulo de Eugene Bleuler, director de la Clínica del Hospital Burghölzli, ligada a la Universidad de Zurich, en Suiza. Su paciente era la joven rusa Sabina Spielrein.

 

Ese tratamiento fue lo que llevó al establecimiento de relaciones entre Freud y su más célebre discípulo y posterior disidente, fundador de la “psicología analítica”, Jung. Sin embargo, mucho más se habla de ese tratamiento, por ejemplo en la película de David Cronenberg “Un método peligroso” que del impresionante y brillante destino de su paciente, Sabina Spielrein. No deja de ser tristemente representativo de nuestra sociedad que esa mujer sea recordada mucho más por el hecho de haber sido amante de Jung que de las contribuciones fundamentales que dejó al psicoanálisis y otras áreas de conocimento.

 

El “olvido” de Sabina Spielrein por cerca de sesenta años de la historia del psicoanálisis, en la que aún no ha sido reinsertada con la debida justicia, no es una simple casualidad, sino es una expresión más, bastante nítida, de cómo una sociedad patriarcal y machista se manifiesta en cada intento de las mujeres de perforar ese cerco. Así, fue recién en 1977, cuando el analista junguiano Aldo Carotenuto publicó las cartas intercambiadas entre Sabina, Freud y Jung, cuando ella volvió a la palestra, aunque el peso de la “anécdota” de su amorío con Jung haya, una vez más, revelado el peso del patriarcado, dejando la obra de Spielrein en segundo plano.

 

La “segunda analista”

Sabina no fue la primera mujer en penetrar el entonces restringido círculo de pioneros del psicoanálisis que se reunió alrededor de Freud. Dos años después de la fundación de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, ocurrida en 1908 con veintidós miembros – todos hombres – fue propuesto por iniciativa de Paul Federn, la admisión de la primera mujer: Margarete Hilferding. Además de ser una de las primeras mujeres que se recibieron en la Facultad de Medicina de Viena, era militante socialista en el Partido Socialdemócrata de Austria (SPD), junto a su compañero, el célebre economista Rudolf Hilferding, cuyo libro “El Capital Financiero” fue una de las principales fuentes económicas para “Imperialismo. Etapa superior del capitalismo” de Lenin.

Es probable que no solo su condición de mujer sino también la de militante socialista, haya pesado para levantar la objeción de Isidor Sadger, miembro de la sociedad. Freud entonces declaró que sería una “grosera inconsistencia” si las mujeres no pudiesen por principio ser parte de la sociedad. Precediendo la votación sobre la adhesión específica de Margarete Hilferding, hace una votación sobre si serían aceptadas mujeres en la sociedad: la adhesión de ellas es aceptada por once votos a favor y tres en contra.

Finalmente, en la reunión del 27 de abril de 1910 es votada la adhesión de Hilferding, luego de una discusión en la que las posiciones expresan una impresionante misoginia, incluso por parte de los que defienden la aceptación de Hilferding. Incluso el propio Freud, defendiendo la aceptación de la candidata, llega a afirmar que “la mujer no gana nada con estudiar, porque de conjunto, no va a mejorar por ese camino, porque las mujeres no pueden igualar a los hombres en la obtención de la sublimación de la sexualidad”. Sin embargo, afirma también que en la misoginia de los hombres hay una actitud infantil. De acuerdo con Elisabeth Roudinesco, la opinión de Freud sobre la menor capacidad de sublimación de las mujeres se verá alterada en el futuro. El acta de la reunión es descripta pormenorizadamente por Renata Cromberg en su excelente artículo “Primeras psicoanalistas”.

Es interesante notar que a pesar de una posición política francamente conservadora y de posiciones por momentos problemáticas sobre el papel de las mujeres, Freud haya defendido enfáticamente la admisión de las mujeres en el psicoanálisis, como también defendió en otras ocasiones que ellas deberían tener un papel protagónico para el estudio del psiquismo de las mujeres en cuestiones que aun consideraba no estudiadas profundamente. Esta vez, la opinión de Freud prevaleció contra el oscurantismo de algunos de sus colegas, pero no siempre fue así: en cuanto a la admisión de homosexuales, su voto fue derrotado, rechazando la IPA (siglas en inglés de la Asociación Internacional de Psicoanálisis) su admisión como psicoanalistas, con una regla que nunca fue escrita pero que taponó el acceso de homosexuales a la formación psicoanalítica por décadas a partir de 1921. Aún hoy la homofobia persiste con fuerza, aunque no ose proclamarlo tan abiertamente, en la mayor parte de las asociaciones psicoanalíticas. Otra votación en la que Freud casi fue derrotado fue con respecto a no admitir la entrada de la Sociedad de Psicoanálisis de Moscú tras la instauración del gobierno obrero ruso (de la que Sabina Spielrein fue una de las fundadoras). Esas y otras propuestas reaccionarias que contaron con la objeción de Freud eran consecuencia de la influencia de Ernst Jones, uno de los grandes responsables por la domesticación del psicoanálisis para que pudiese convivir pacíficamente con el régimen nazi aún después del exilio de Freud en Londres. En nombre de la “neutralidad”, el psicoanálisis oficialista fue cómplice de infinidad de otras violaciones, como el régimen militar en Brasil.

El pionerismo teórico

Sabina Spielrein inicia su tratamiento con Jung en 1904 con solo dieciocho años y, después de su finalización, se forma en medicina. En 1911 ingresa en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, cerca de un año después de la admisión de Hilferding. Sus publicaciones de esa época ubican a Sabina a la vanguardia de cuestiones de primera importancia para el desarrollo de la teoría psicoanalítica.
En medicina, su disertación de fin de curso titulada “El contenido psicológico de un caso de esquizofrenia (dementia praecox)” fue uno de los primeros trabajos a relatar minuciosamente la aplicación de la técnica psicoanalítica en un caso de esquizofrenia –término que había sido recientemente acuñado por Bleuler para designar lo que hasta entonces se conocía por “demencia precoz”. La disertación abordaba el contenido del tratamiento de una paciente y la relación entre su habla y el contenido sexual reprimido, y junto a los trabajos de Jung, Bleuler y Karl Abraham fue fundamental para plantear el psicoanálisis como una terapia efectiva en relación a los pacientes psicóticos.
En 1912, Spielrein se adelanta nueve años en relación a Freud al elaborar el concepto de pulsión de muerte o de destrucción en su artículo “La destrucción como causa del devenir”. Es a partir del análisis de la esquizofrenia y de la neurosis, de la realización artística de la entrega amorosa, afirma, que el conflicto entre las pulsiones sexuales de vida y las pulsiones de destrucción y de muerte se funden en la creación del devenir, del movimiento creador.

Ese mismo año publica “Contribuciones para el conocimiento de la psiquis infantil”, siendo también una importante desmalezadora del terreno del psicoanálisis con niños, mucho antes de lo que la historiografía oficial celebra con Anna Freud y Melanie Klein, cuya primera comunicación frente a la Sociedad Psicoanalítica, siete años más tarde, sería precedida aún por diez artículos de Spielrein sobre el análisis de los niños. Ese tema sería central en su producción, dando origen a otros artículos como “El origen de las palabras infantiles mamá y papá” –sobre el problema del origen del desarrollo del leguaje–, de 1920, o “Algunas analogías entre el pensamiento del niño, el del afásico y el pensamiento subconsciente”, de 1923. En este campo, su actuación práctica también sería grandiosa, como veremos en relación a su actuación en Rusia.
Spielrein también tuvo una importante sociedad con Jean Piaget, a quien analizó durante ocho meses, seis días por semana. Juntos, trabajaron con Eduard Claparède en el Instituto de Psicología Experimental y de Investigación del Desarrollo Infantil Jean Jacques Rousseau. Desarrollaron en conjunto un trabajo sobre los orígenes del pensamiento y del lenguaje y una teoría de la simbolización que, sin embargo, nunca fue escrita antes que sus caminos se separasen.

Llevando el psicoanálisis al país de los soviets

Después de la colaboración con Piaget y Claparède, Spielrein llegó a residir en Berlín a pedido de Freud, que consideraba importante su contribución allí. Sin embargo, en 1923 Sabina partiría a la Rusia revolucionaria. Allí, por intermedio de Trotsky, quien siempre defendió el incentivo y la plena libertad al desarrollo de las investigaciones psicoanalíticas, Spielrein sería muy bien recibida por el gobierno obrero. Fue invitada por Vera Schmidt a dirigir la clínica psicoanalítica para niños que había sido fundada por aquella, así como la inédita experiencia del jardín infantil psicoanalítico, más conocido por el nombre oficial de Hogar Experimental para Niños o Casa Blanca. Ambos fueron construidos bajo el incentivo del gobierno soviético, que aun en medio a la inmensa miseria generada por la sucesión de dos guerras y el poderoso ataque imperialista a la revolución de octubre, encontró recursos para fomentar esas fascinantes iniciativas. Spielrein también asumió en la Universidad de Moscú la jefatura del departamento de paidología, una ciencia soviética que estudiaba el desarrollo de la infancia, un ejemplo más de cómo los niños tenían estaban en el primer plano de las prioridades del Estado obrero.

Fundó entonces junto a Dimitrievitch Ermakov y Moshe Wulff, la sociedad Psicoanalítica en Rusia, que llegó a ser la más numerosa de su época. Sin duda no se podría ver como simples “coincidencias” ese impresionante florecimiento en el psicoanálisis en Rusia, justamente en el período revolucionario en el que hubo un maravilloso desarrollo de las artes y ciencias en el rastro de la revolución, mientras que en Europa el psicoanálisis se encontraba cada vez más estrangulado por el ascenso del nazi-fascismo que, cuando no buscó destruir directamente la teoría psicoanalítica, como las hogueras de libros en Alemania, terminó por “domesticar” el psicoanálisis, lo que tuvo sus efectos devastadores en la IPA bajo el comando de Ernst Jones y la connivencia de Freud, que aun obligado al exilio en Londres, deseaba que el psicoanálisis mantuviese la posición de “neutralidad” para que pudiese sobrevivir en medio de la intensificación bélica que comenzaba a gestarse.

El período de gloria del psicoanálisis en la Rusia soviética duraría algunos años más, durante los que Spielrein desarrolló una intensa actividad, actuando como analista didacta, dando seminarios y conferencias, y emergiendo como un verdadero polo de atracción de nuevos científicos y analistas. Ocupó en ese período tres cargos: el ya mencionado en la cátedra de Paidología de la Primera Universidad de Moscú; el de consultora médica pedagógica de la Tercera Internacional en una villa de niños, otra experiencia social fruto de la revolución muy bien descrita en el libro “Mujer, Estado y Revolución” de la historiadora Wendy Goldman, y finalmente como colaboradora científica en el instituto psicoanalítico estatal, probablemente el único instituto público que financiaba el psicoanálisis en el mundo en esa época. Su influencia en esa época fue decisiva para nombres como Vigotsky, Leontiev y Luria, tres de los más importantes pioneros de la psicología soviética.*

Sin embargo, el estrangulamiento de la revolución en las manos del stalinismo significó también el fin de las posibilidades de desarrollo del psicoanálisis en la URSS. Considerada una “ciencia burguesa” y cubierta de injurias por el pensamiento burocrático y castrador de la camarilla que expropió el poder a los soviets y de la clase obrera, el psicoanálisis fue siendo rápidamente extirpado de la Unión Soviética. Emblemáticamente la Sociedad Psicoanalítica Rusa fue disuelta en noviembre de 1929, el mismo mes en que fue exiliado el dirigente revolucionario León Trotsky, que había sido y seguiría siendo el más fervoroso combatiente por el legado revolucionario ruso, y también quien había luchado para que el psicoanálisis tuviese todo el espacio y los recursos necesarios para desarrollarse en el país de los soviets. Entonces Sabina volvió a su ciudad natal, Rostov, sobre el Don. En 1936 el psicoanálisis es oficialmente prohibido por el stalinismo. Frente a eso, Sabina regresa a la música, a la que ya se había dedicado profesionalmente entre 1913 y 1918, y por la que estaba apasionada. A partir de 1929 se le prohibió la salida de Rusia; en 1937 sus hermanos son deportados a los Gulags; en 1942, durante la ocupación nazi, Sabina y sus dos hijas fueron asesinadas por las tropas de ocupación.

Así, con solo 56 años, Sabina Spielrein murió. Su vida fue testigo de una mujer que superó el peso colosal de una sociedad patriarcal, venciendo la patología psíquica que padeció, la discriminación, contribuyendo para el entendimiento de la mente humana y siendo una pionera en la investigación. Es también un testigo valioso de la grandiosa contribución que la revolución socialista puede dar para el desarrollo del conocimiento humano en el sentido de la emancipación, como del poder castrador de la burocratización de un proceso revolucionario en curso.

Referencias:
http://revistapercurso.uol.com.br/index.php?apg=artigo_view&ida=129&id_tema=54
http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0103-58352012000100007



 

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