Si se estudian los criterios diagnósticos de los psiquiatras, llama la atención
el hecho de que, aunque parezca que son muy complicados y que cubren un amplio campo
clínico, sin embargo, en esencia, se centran principalmente alrededor de un punto
especial: la relación con la realidad. Pero evidentemente, la realidad en que piensa
el psiquiatra es la realidad tanto subjetiva como objetiva del adulto normal. En
tanto que esto se justifica desde el punto de vista social de la locura, ignora
el hecho más importante: que los fundamentos de las relaciones con la realidad de
la temprana infancia son de un carácter enteramente diferente. El análisis de niños
pequeños entre dos años y medio y cinco años muestra claramente que para todos los
niños, al principio, la realidad externa es principalmente un reflejo de la vida
instintiva del propio niño. Ahora bien, la primera fase de relación humana está
dominada por los impulsos sádico-orales. Estos impulsos sádicos son acentuados por
experiencias de frustración y privación, y el resultado de este proceso es que todos
los otros instrumentos de expresión sádica que posea el niño, a los que damos el
rótulo de sadismo uretral, sadismo anal, sadismo muscular, se activan y dirigen
a su vez hacia objetos. El hecho es que en esta fase en la imaginación del niño
la realidad externa está poblada con objetos de los que se espera que tratarán al
niño precisamente de la misma forma sádica con que el niño se siente impulsado a
tratar a los objetos. Esta relación es realmente la realidad primitiva del niño
muy pequeño.
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