(Desde
la perspectiva de la Psicología Analítica de C. G. Jung)
Este 20
de marzo de 2018, en el hemisferio
norte, el equinoccio
de primavera empieza el martes, «día de Marte, dios de la
guerra» a las 16:15, hora peninsular. El
equinoccio marca el momento del año en que el día y la noche, en toda la
Tierra, tienen la misma duración.
Con el
aserto Junguiano «igual que las naciones tienen su psicología peculiar también
tienen su peculiar psicopatología» me propongo revisar algunos hechos de la
historia de España profundizando en los fenómenos inconscientes grupales a la
luz del análisis de la psicología analítica. Afrontaré la tarea de este ciclo
de artículos con equidad y claro discernimiento.
Mi
trabajo cotidiano está ligado a la comprensión del sufrimiento físico y
psíquico del ser humano y especialmente de los mecanismos inconscientes que le
causan síntomas en su cuerpo y conflicto/problemas en su vida personal y de
relación. La psicoterapia se centra, pues, en el individuo, mientras que la
historia, la sociología y otras ciencias humanas se centran en la
descripción/comprensión de los fenómenos colectivos. Por tanto la historia no
es mi terreno pero no puedo estar ajena a los hechos que vivimos y nos afectan.
¿Por qué
los españoles tenemos tan mal autoconcepto? Hecho muy relevante porque de ello
deriva una frágil identidad y una mala autoestima. La autopercepción define la
idea que tenemos de nosotros mismos e incluye la autoestima y el autoconcepto
que es, mayoritariamente, bastante negativa entre españoles. Al compararnos con
otros europeos ¡nos encontramos en franca desventaja! sin embargo tenemos una
historia apasionante y densa (con luces y sombras ¡por supuesto! pero no con
tanta oscuridad como la Leyenda Negra/propaganda antiespañola nos ha hecho
introyectar), una geografía preciosa y variopinta, una cultura fértil y
valiosa,
gran
riqueza de patrimonio artístico, una lengua que compartimos con ¡más de 500
millones de personas! en la que han escrito incontables gigantes de la
literatura… ¿Por qué si no somos el segundo destino mundial turístico? ¿Y el
país que más diplomáticos y ancianos europeos acoge después de su jubilación?
¿Son todos masoquistas? ¿Quieren vivir, su última etapa de vida, en un país tan despreciable? Esta
tendencia a juzgarnos desfavorablemente es a menudo precursora de sentimientos
de inutilidad y puede dar lugar a episodios de pesimismo, parálisis vital y
desvalorización colectiva. Sobre las bases históricas de este hecho ahondaré en
otro artículo, y para ello habrá que bucear: en la Leyenda Negra, en el convulso
siglo XIX y en el fratricida primer tercio del XX.
Centrándome
en la actual historia de España, abordaré
el hecho del nacionalismo separatista, que en mi opinión, es la
expresión de un síntoma de nuestra frágil identidad colectiva. Ha habido un
desafío a la ley común, que todos nos dimos, y que ha polarizado a los
españoles y dividido e incluso enfrentado a los catalanes. El separatismo
nacionalista es la expresión de una enfermedad
autoinmune grave y crónica con evolución por brotes. ¿Qué es una enfermedad
autoinmune? la causada por el propio sistema inmunitario que ataca las células
de su organismo, convirtiéndose en agresor que destruye los propios órganos y
tejidos sanos, en vez de defenderlos y protegerlos.
El
nacionalismo excluyente viene a ser uno de los síntomas de la dificultad que
tenemos los españoles en tener un sano, equitativo y claro sentido de identidad
común. Sobre esta grave falla asientan la trasgresión de la Ley, democráticamente
decidida, la imposición unilateral de criterios con la violencia en sus
múltiples facetas; la más dañina, la que mata física (terrorismo) o mentalmente
con la manipulación de la historia y de la realidad que domestica, engaña y
envenena con medios de comunicación/propaganda y de adoctrinamiento infantil;
no reconocer lo propio y atacarlo ¡terrible realidad! que… ¿sin pretenderlo?
favorece la actual organización del Estado de las autonomías.
Por
tanto, los nacionalismos excluyentes potencian los mecanismos de regresión a un
funcionamiento psicológico más primitivo e infantil, los de escisión (división
porque soy diferente) y proyección de
lo negativo propio en el otro (lo bueno lo mío; tú, lo malo), mecanismos
que están en la base de estos conflictos
que perturban gravemente el sentido de identidad (unidad/fraternidad) y la
convivencia sana entre ciudadanos maduros, responsables y libres e iguales ante
la ley.
Los
nacionalistas separatistas disgregan, enfrentan, dividen, parasitan y atacan el
bien común y son profundamente insolidarios.
Como antídoto esperanzador la siguiente cita del Dr. Jung que señala la
tarea: «Nada tiene un efecto más
separador y más alienante en la sociedad que la comodidad moral y la falta de
responsabilidad, y nada fomenta más el entendimiento y el acercamiento que la
retirada de las mutuas proyecciones.»
Elisa
Sanz Oleo
Médico
Psicoterapeuta