jueves, 5 de abril de 2018

PSICOPATOLOGÍA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA (I)


(Desde la perspectiva de la Psicología Analítica de C. G. Jung)

Este 20 de  marzo de 2018, en el hemisferio norte, el equinoccio de primavera empieza el martes, «día de Marte, dios de la guerra»  a las 16:15, hora peninsular. El equinoccio marca el momento del año en que el día y la noche, en toda la Tierra,  tienen la misma duración. 
Con el aserto Junguiano «igual que las naciones tienen su psicología peculiar también tienen su peculiar psicopatología» me propongo revisar algunos hechos de la historia de España profundizando en los fenómenos inconscientes grupales a la luz del análisis de la psicología analítica. Afrontaré la tarea de este ciclo de artículos con equidad y claro discernimiento.

Mi trabajo cotidiano está ligado a la comprensión del sufrimiento físico y psíquico del ser humano y especialmente de los mecanismos inconscientes que le causan síntomas en su cuerpo y conflicto/problemas en su vida personal y de relación. La psicoterapia se centra, pues, en el individuo, mientras que la historia, la sociología y otras ciencias humanas se centran en la descripción/comprensión de los fenómenos colectivos. Por tanto la historia no es mi terreno pero no puedo estar ajena a los hechos que vivimos y nos afectan.
 
¿Por qué los españoles tenemos tan mal autoconcepto? Hecho muy relevante porque de ello deriva una frágil identidad y una mala autoestima. La autopercepción define la idea que tenemos de nosotros mismos e incluye la autoestima y el autoconcepto que es, mayoritariamente, bastante negativa entre españoles. Al compararnos con otros europeos ¡nos encontramos en franca desventaja! sin embargo tenemos una historia apasionante y densa (con luces y sombras ¡por supuesto! pero no con tanta oscuridad como la Leyenda Negra/propaganda antiespañola nos ha hecho introyectar), una geografía preciosa y variopinta, una cultura fértil y valiosa, 


gran riqueza de patrimonio artístico, una lengua que compartimos con ¡más de 500 millones de personas! en la que han escrito incontables gigantes de la literatura… ¿Por qué si no somos el segundo destino mundial turístico? ¿Y el país que más diplomáticos y ancianos europeos acoge después de su jubilación? ¿Son todos masoquistas? ¿Quieren vivir, su última etapa de  vida, en un país tan despreciable? Esta tendencia a juzgarnos desfavorablemente es a menudo precursora de sentimientos de inutilidad y puede dar lugar a episodios de pesimismo, parálisis vital y desvalorización colectiva. Sobre las bases históricas de este hecho ahondaré en otro artículo, y para ello habrá que bucear: en la Leyenda Negra, en el convulso siglo XIX y en el fratricida primer tercio del XX. 


Centrándome en la actual historia de España, abordaré  el hecho del nacionalismo separatista, que en mi opinión, es la expresión de un síntoma de nuestra frágil identidad colectiva. Ha habido un desafío a la ley común, que todos nos dimos, y que ha polarizado a los españoles y dividido e incluso enfrentado a los catalanes. El separatismo nacionalista  es la expresión de una enfermedad autoinmune grave y crónica con evolución por brotes. ¿Qué es una enfermedad autoinmune? la causada por el propio sistema inmunitario que ataca las células de su organismo, convirtiéndose en agresor que destruye los propios órganos y tejidos sanos, en vez de defenderlos y protegerlos. 

El nacionalismo excluyente viene a ser uno de los síntomas de la dificultad que tenemos los españoles en tener un sano, equitativo y claro sentido de identidad común. Sobre esta grave falla asientan la trasgresión de la Ley, democráticamente decidida, la imposición unilateral de criterios con la violencia en sus múltiples facetas; la más dañina, la que mata física (terrorismo) o mentalmente con la manipulación de la historia y de la realidad que domestica, engaña y envenena con medios de comunicación/propaganda y de adoctrinamiento infantil; no reconocer lo propio y atacarlo ¡terrible realidad! que… ¿sin pretenderlo? favorece la actual organización del Estado de las autonomías.

Por tanto, los nacionalismos excluyentes potencian los mecanismos de regresión a un funcionamiento psicológico más primitivo e infantil, los de escisión (división porque soy diferente) y proyección de lo negativo propio en el otro (lo bueno lo mío; tú, lo malo), mecanismos que  están en la base de estos conflictos que perturban gravemente el sentido de identidad (unidad/fraternidad) y la convivencia sana entre ciudadanos maduros, responsables y libres e iguales ante la ley.

Los nacionalistas separatistas disgregan, enfrentan, dividen, parasitan y atacan el bien común y son profundamente insolidarios.  Como antídoto esperanzador la siguiente cita del Dr. Jung que señala la tarea: «Nada tiene un efecto más separador y más alienante en la sociedad que la comodidad moral y la falta de responsabilidad, y nada fomenta más el entendimiento y el acercamiento que la retirada de las mutuas proyecciones.»

Elisa Sanz Oleo
Médico Psicoterapeuta