El hombre ha evolucionado hasta ser el que es mediante actos de desobediencia. Esta es la tesis que Erich Fromm
defiende en este libro . Nuestro desarrollo espiritual
sólo se ha hecho posible a fuerza de existir personas que, a lo largo de
la historia, se han atrevido a decir no a al poder establecido en nombre de su conciencia o de su fe.
La evolución intelectual del ser
humano depende, así, de su capacidad de desobediencia a las autoridades
–que siempre han tratado de amordazar a los nuevos pensamientos y
movimientos–. “Si la capacidad de desobediencia constituyó el comienzo
de la historia humana, la obediencia podría muy bien provocar el fin de
la historia humana”, afirmación que queda comprobada de la mano del
ejemplo del nazismo y el caso de Adolf Eichmann,
teniente coronel de las SS que fundó su defensa tras la Segunda Guerra
Mundial bajo el amparo de que “sólo obedecía órdenes”. Eichmann es
símbolo del hombre-organización, del “burócrata alienado” para el que
hombres, mujeres y niños sólo suponen números
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