A lo largo de la Edad Media, los animales estuvieron íntimamente
relacionados con la vida del hombre. No solo fueron un instrumento de
trabajo o un medio de alimentación y compañía, sino que a través de
ellos, y por asociación con un simbolismo que hunde sus raíces en
tradiciones antiguas revestidas de un contenido moral y
religioso
de significado cristológico, aquel se sirve de ellos para comprender
las complejas estructuras sociales, los sistemas políticos y los dogmas
religiosos que estructuraron la sociedad medieval. Las enseñanzas
emanadas de esta personificación del comportamiento animal,
transmitidas a través de los bestiarios, que se fueron enriqueciendo
progresivamente con la labor de los teólogos y exegetas medievales,
explican las constantes representaciones de los mismos en obras de arte
ejecutadas en las más diversas técnicas artísticas.
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