El profesor Raimon Arola, del excelente Ars Gravis,
cuenta que la relativa notoriedad de este libro se debe a que el
psicólogo Carl Jung, quien vio en la alquimia un antecedente de los
procesos de integración espiritual de la psique humana, se encontró con
una compilación de 1590 titulada Artis auriferae, en la que
aparecía sólo la segunda parte de este texto, debido a que el editor
Conrald Waldkrich decidió censurar la primera parte en la que se hacían
constantes correlaciones entre la Biblia y el proceso alquímico, lo que
consideró inapropiado. Hay que recordar que la alquimia dentro de su
lenguaje enigmático equiparó a la piedra filosofal o al opus magnum
con Cristo (también simbolizado por el fénix); esto bajo la noción
esotérica de que el oro de los filósofos era el alma humana, el Cristo
interior, que debía de renacer con un cuerpo espiritual.
Siguiendo su estudio en la ciencia
hermética, Jung encontró la otra parte del manuscrito en la biblioteca
de Zurich. Es esta parte la que se ha vuelto más conocida, bajo el
impulso de Jung y de su discípula Marie-Louise von Franz, quien publicó
una edición de la Aurora Consurgens en 1966, con un comentario sobre el tema favorito de los jungianos: la conjunción de los opuestos.
El texto de Aurora Consurgens
fue atribuido primero a Santo Tomás de Aquino, quien fue discípulo de
Albertus Magnus, uno de los más avezados practicantes de alquimia
medieval. Hoy se considera al autor “Pseudo Aquino”, es decir un autor
desconocido.
Aurora consurgens consta de 37
imágenes en las que se representa el proceso de la transmutación de los
metales –entre temas místicos-cristianos– con animales asociados a los
elementos y toda la profusa simbología que caracteriza a la alquimia.
Tenemos a la trinidad de mercurio (el hijo, una serpiente), el oro (el
padre, el sol) y la plata (la madre, la luna) y los diferentes animales
asociados con cada etapa de la transformación.
Raimon Arola comenta sobre la Aurora:
La primera parte
consiste en un pequeño tratado en el que el autor hilvana las citas
bíblicas con las operaciones alquímicas. La traducción del titulo sería
‘El alzamiento de la aurora’ porque, según el autor: «la aurora es como hora de oro;
así esta ciencia [la alquimia] posee una hora cuyo fin es dorado para
quienes operan según la vía recta», también porque «la aurora es llamada
final de la noche y principio del día o madre del sol. Así en su
extrema rojez, nuestra aurora es el fin de toda tiniebla y la huida de
la noche». Para argumentar su afirmación, el autor utiliza diversos
pasajes de los Salmos, como «Y la noche será iluminada como el día» (Salmo 139, 12). La aurora es la madre del sol filosófico, como María es la madre de Dios.
La simbología de la aurora en la
alquimia es vasta. Representa ciertamente el nacimiento del sol y por la
tanto el oro de los filósofos, pero también es en el amanecer cuando
los campos se llenan de rocío, la sustancia vital en la que el espíritu
celeste puede ser capturado para la obtención de la prima materia. En el
rocío se dice, bajo un principio complementario, yace el fuego
universal, la energía del cielo que vitaliza a la naturaleza. Sobre esto
se recomienda leer el texto Oro de las mil mañanas,
de Armand Barbault, un texto reciente y más accesible. Ahí se menciona
que la prima materia es tierra a la que se ha infundido energía etérica
vía el rocío de la mañana. De esta tierra se extraerá la esencia de oro y
se podrá fabricar una poderosa medicina, según Barbault. Se dice
también que esta prima materia se encuentra en todos lados, sólo que
debe saberse separar de todo lo impuro para que se exalte en su propia
esencia. El oro es, al final, el fruto del trabajo simbolizado por la
mañana su la luz divina en la obra humana.
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