En "Duelo y melancolía" (1917) Freud demostró la relación
intrínseca entre identificación e introyección. Su posterior descubrimiento del
superyó, el que atribuyó a la
introyección del padre y a la identificación con el mismo, llevó al
reconocimiento de que la identificación como secuela de la introyección
constituye una parte del desarrollo normal. A partir de este descubrimiento, la
introyección y la identificación han desempeñado un papel central en el
pensamiento y la investigación psicoanalíticos.
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